jueves, 17 de abril de 2014

Relato erótico: Caperucita y el hambriento lobo (2ª parte)

Buenaaaaaas!!!! Os traigo la continuación de Caperucita, que la estabais esperando ehhh ;) Aqui ya empieza lo bueno (al fin!), asi que disfrutad de la lectura!


El licántropo sonrió.

-¿Es que acaso me estabas buscando?- me atrajo hasta él con delicadeza.

-No.
Si. Llevo buscándote desde hace meses- pensé con cierto color en las mejillas.
En un abrir y cerrar de ojos, se colocó encima de mí, aprisionándome con sus brazos y su enorme cuerpo. Lancé un grito de sorpresa y caí al suelo, junto a él. Se quedó a gatas sobre mí y me agarró por las muñecas, reteniéndome. Me inspeccionó y de su boca salió un gruñido gutural. Mi respiración se disparó y me estremecí, sintiendo cómo el calor emanaba de mi cuerpo, cada vez más caliente. Se acercó a mí y me besó el cuello con ansia y hambre, gruñendo como un animal hambriento. No sabía que hacer, si gritar y huir de allí o dejarme llevar por aquel hombre mitad bestia, que me saboreaba cual delicioso postre. Me ardía la cabeza, las extremidades y partes de mi cuerpo insospechadas que anhelaban con fuerza su contacto. Con pequeños mordiscos resiguió el borde de mi perfilado rostro, pasando por la barbilla y la mandíbula hasta las orejas. Deseaba que aquellos mordiscos siguieran por el cuello, pero él no bajaba. Sabía que aquello me provocaba, lo sabía muy bien.

-¿Qué quieres, caperucita?-me susurró con una sonrisa pícara- ¿qué deseas? Pídemelo, y yo te lo daré- apretó su entrepierna contra mí, con descaro y lujuria corriéndole por aquellos ojos abrasadores.

Tiré la cabeza hacia atrás y suspiré sin poder contenerme. Para mí, aquello era demasiado. Sin poder preverlo, me besó intensamente y con fuerza, reclamando entre gruñidos lo que era suyo. El cielo pareció dar vueltas sobre sí mismo. Algo explotó en mi interior, deseando con todas sus fuerzas aquel beso. Era algo tan grande que hasta me atemoricé ante aquella sensación. Débiles jadeos se escaparon de mi boca, sin poder apresarlos dentro de mí. Aquello le excitó todavía más, porque sin contemplaciones agarró mi vestido y lo rajó de arriba abajo, dejándome totalmente expuesta ante él. Me miró con los ojos desorbitados y se relamió los labios con deseo.

-Mía…


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