sábado, 31 de mayo de 2014

Amanecer entre Maravillas.1.

Cómo ya especifiqué en una entrada anterior, las partes de este relato serán publicadas semanalmente, de sábado a sábado. Aunque sinceramente, no se si voy a poder resistirme a sacarlos antes jejeje Espero que os guste en principio, donde se presenta a los principales protas ;) dejaros llevar por la mañana caótica de esta chica de Barcelona, envuelta en un ambiente irónico y absurdo, junto a unos personajes que llevan por bandera La demencia... ¡Que empiece la locura!

Amanecer entre Maravillas.1

Los primeros rayos de sol de la mañana me despiertan, sintiendo su calidez en mi rostro. Gruño y me doy la vuelta, dispuesta a seguir durmiendo. Pero mi conciencia se propone lo contrario, al grito de “¡trabajo!”, “¡trabajo!”, “¡trabajo!”.

Maldita-pienso, recordando que las vacaciones han acabado y he de volver a mí puesto de secretaria, rodeada de viejas chismosas y jefas con pasión por la tortura laboral.

Parpadeo varias veces hasta que consigo abrir los ojos y me encuentro de narices con el reloj de mi rana-despertador. Las 8:45, dictaba aquel trasto. Abro los ojos como platos y me levanto como un resorte. Lo agarro y vuelvo a mirar la hora. ¡Iba a llegar tarde! Salgo de la cama como una exhalación, pero vuelvo a meterme dentro, viendo que algo no encajaba. Estoy desnuda, tan solo unas braguitas cubren una mínima parte de mi cuerpo. ¡¿Dónde está mi pijama?!
Me enrosco la manta al cuerpo a modo de vestido y me levanto a toda prisa, buscando mi pijama. Corro la cortina de mi ventana, no fuera a ser que el vecino mirón de enfrente estuviera de nuevo haciendo guardia. Echo un vistazo general de la habitación desde mi posición, pero no lo veo por ninguna parte. Me doy por vencida y rebusco en mi armario, dejando encima de la cama la ropa que voy a ponerme. Cuando estoy a punto de sumergirme en un montón de ropa apilada en busca de un pantalón, escucho un ruido extraño en el baño anexo a mi dormitorio. Saco la cabeza del armario y observo la puerta entreabierta, de la cual emerge una cálida luz. Un zumbido sutil invade toda la estancia, un tanto familiar. Suena cómo una maquinilla de afeitar eléctrica, pienso entrando en pánico. ¿Hay un hombre en mi casa? Intento estabilizar los nervios, mientras me encaro hacia la puerta con la cabeza funcionando a mil por hora, debatiendo entre la identidad del invasor.
¿Un ladrón? No, si ha pasado por aquí ya debería estar muerta-me estremezco ante ese pensamiento-¿Un loco? ¡¿Qué haría en un baño?! ¿Un violador? ¿Spiderman?
Entre esas posibilidades, las más probables, en mi opinión, son la del loco por estar en mi baño y la de Spiderman, ya que vivo en un séptimo piso. Quien sabe, tal vez me ha tocado un tarado con complejo de hombre-araña.
Agarro mi rana-despertador con cuidado y me coloco frente la puerta. Con el trasto en la mano, empujo con lentitud la puerta hasta que vislumbro al inquilino. Un hombre de gran altura se estaba afeitando con una maquinilla eléctrica frente a mi espejo, con solo unos pantalones y, para mi desconcierto, con una gran chistera granate adornándole la cabeza. Bien, se me ha colado un loco en casa.


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