Hace tiempo que empecé con este texto, pero tuve problemas y lo dejé apartado, pero hoy lo he rescatado y he conseguido ponerle final y todo! Es un poco largo, así que lo he dividido en dos partes. Espero que os guste ;)
La espesura del Amazonas era realmente aterradora, hostil. Blandiendo mi machete, conseguí hacerme camino hasta llegar a un pequeño descampado, donde en el centro se erguía un extraño tótem. ¿Un tótem aquí, en mitad de la selva amazónica? Me acerqué a él. Era de un gran tamaño, fácilmente sobrepasaría los dos metros. Toqué los relieves que se dibujaban en él. Estaba repleto de animales salvajes tallados con gran destreza, plantas propias de aquella selva y grabados de símbolos-o tal vez letras- que no llegaba a comprender. Me percaté en la figura de madera que presidía el tótem: una gran cabeza de pantera. Sus ojos habían sido teñidos de un color amarillo muy claro que intimidaban a cualquiera que los mirara. Parecía como si vigilara toda la selva desde lo alto del tótem, con aquellos ojos felinos que lo veían todo. Absorto en aquella imagen, no me percaté del grupo de mujeres que se acercaban a mí, con un sigilo inhumano, hasta que escuché el sonido de unos grandes bombos. Al girarme, mi asombro fue inverosímil. Un grupo de hombres se habían aglomerado alrededor del descampado, dejando un gran espacio entre las ellos y las mujeres de piel tostada que se acercaban a mi, mirándome con los mismos ojos que la pantera del tótem. Se movían con agilidad y destreza, mirándose entre ellas y sonriendo maliciosamente. Me pegué al tótem mientras las admiraba, hipnotizado por el movimiento de sus caderas bamboleando de un lado a otro, cubiertas solo por una fina tela oscura. Llevaban adornos de todo tipo, en las muñecas, en el cuello, en los pies y algunas trenzas con plumas de colores en el pelo. Sus miradas felinas se clavaban en mí como estacas, sin perder de vista ningún movimiento que hiciera. Los hombres de los bombos tenían un semblante fiero, de espaldas grandes y fuertes brazos, pero me miraban con sobriedad, como si no presentara un peligro para ellos. Tragué saliva, esperando un cruel destino, imaginando mi cabeza clavada en una estaca o mi cuerpo despedazado por aquellas temibles mujeres.
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