Relato V
Las lágrimas resbalaban por sus mejillas, arrastrando a su paso un profundo dolor y resentimiento. Lloraba desconsoladamente, presa del agotamiento y el esfuerzo vano, de resistir por alguien que no osó tener el valor de mantenerla a su lado.
Él la miraba a lo lejos, rodeado por una preciosa rubia y una sexy pelirroja. Un sentimiento de pesadumbre y vergüenza le carcomía el corazón cuando vislumbraba a aquella chica, que sollozaba como una niña a la que le habían arrebatado su juguete. Pero simplemente hizo eso, la observó. Y seguidamente volvió a prestarles su atención a los sendos pechos de la pelirroja y a las curvas de la rubia.
Mientras ella se ahogaba en su mar de lágrimas, él tan siquiera le dirigió la palabra. Ella intentaba contenerse, pero aquello la superaba. Sentada en una esquina del recinto, dobló las rodillas y hundió la cabeza en ellas, intentando calmar sus lamentos. Se dejó llevar por la música del local mientras trataba de controlar los débiles gimoteos que salían de su boca. Para incrementar su suplicio, dirigió la vista al que antes había sido el motivo de toda su felicidad, que ahora se regocijaba con dos bellas jóvenes. Lo amó como a nadie. Le dio su vida, su corazón y su alma. Malgastó su tiempo por alguien que no supo valorarla lo suficiente, que no entendió el verdadero significado de las palabras “amor”, “confianza” y “fidelidad”. Había jugado con ella como su fuera una muñeca de trapo, y cuando no quiso nada más de ella, la arrojó al suelo y la pateó como si fuera mierda. Así se sentía. Un trapo viejo, usado y maltrecho. Pero lo que más se lamentaba, era que todavía seguía amándolo. Era una idiota, una ilusa y una kamikaze. Pero-pensó ella, alzando la cabeza- al fin y al cabo, así es el amor. Un rompecabezas lleno de momentos dolorosos, felices, donde a veces pierdes, y a veces ganas. Pero todo y así, la gente sigue jugando. Y aunque lo arriesguen todo, están dispuestos a atreverse con el resultado final. Los emprendedores en este juego, llorarán y reirán, pero siempre sabrán que lo habrán intentado. Y así será siempre.
Se levantó, se limpió las lágrimas y se marchó del local, sin mirar atrás. No iba a sufrir más por alguien que ni siquiera merecía su llanto. Y cuando se cerró la puerta, se llevó con ella todos los recuerdos pasados de la chica, sepultándolos para siempre tras aquellas paredes.
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