domingo, 29 de junio de 2014

Amanecer entre Maravillas. 5



Lo miro, como si estuviera en trance. Me sorprende su normalidad y esa confianza que ha adoptado conmigo. ¿Pero que se cree? Me asomo a las escaleras y compruebo que no haya ningún “gato-ninja” que se ponga por en medio mientras bajo, no vaya a ser que esta vez, sí me estampe contra el suelo.

Mientras desciendo cuidadosamente, un gran revuelo en mi cocina “nueva” altera la paz del resto de la casa. ¿Qué esperaba? Des de esta mañana, que ya no he encontrado un solo momento de paz. Risas, gritos, el sonido estridente de la vajilla cayendo al suelo, silbidos… Pienso detenidamente la idea de asomarme y vislumbrar aquel demente espectáculo, pero no tengo otra salida, ya que al recibidor solo se accede por la cocina. Maldigo la puñetera y extraña distribución de mi casa, haciendo de tripas corazón. Al entrar, me sorprende lo que veo. Toda la mesa ha sido cubierta por cientos de platitos con dulces de todo tipo: cruasanes, magdalenas, muffins, galletitas, pasteles de todos los colores y sabores, fuentes de chocolate… Espera, ¿Fuentes de chocolate? Me centro en la gran fuente que hay a un lado de la mesa y no puedo evitar relamerme, como una niña pequeña.


-¿Te gusta el chocolate?-me pregunta una vocecilla.

Dirijo la mirada a un cuenco de azucarillos y de él emerge una pequeña ratoncita, con un diminuto vestido y un lacito en su cola. A continuación, vuelve a preguntarme lo mismo:

-¿Te gusta?- me pregunta de nuevo con voz chillona, mirando la fuente de chocolate.

Boqueo como un pez, sin saber si responder al ratón parlante o gritar como una histérica. Entonces, veo cómo el conejo coge uno de los azucarillos que hay dentro del cuenco y, después de unos cuantos tembleques, lo mete en su café, para seguidamente bebérselo de un trago.

-¡Delicioso!-grita alzando la copa- ¡El café con un regustillo a ratón es excelente!

Abro los ojos como platos y algo revuelve mi estómago. Arqueo el cuerpo y una arcada hace estremecer todo mi cuerpo. Pienso en las ratas de las cloacas y la infinidad de enfermedades que traspasan... ¡No puedo soportar ver una rata en miniatura tocando con sus patitas los azucarillos!

-S-si, me gusta el chocolate-digo, intentando recomponerme.
-¡Genial!-dice el sombrerero, entrando por la puerta y colocándose tras de mí, observando las delicias de la mesa.
-¡Estupendo! ¡Prodigioso! ¡Extraordinario!-grita el conejo con tics nerviosos- ¿Quieres una taza para servírtelo? ¡Yo tengo una taza! ¿La quieres? ¡Toda para ti!- me dice y, seguidamente, me tira su taza entera-con café incluido- directamente a la cabeza, pero reacciono deprisa y me agacho, para ver cómo, desgraciadamente, la taza impacta en la nariz dolorida del hombre del sombrero, que no había visto venir el tiro.

La taza se rompe en mil pedazos y caen sobre mí, a la vez que escucho un gran alarido.

-¡Puto conejo!-grita el hombre, tapándose la nariz con ambas manos. De ellas brotaban hilillos de sangre que se escapan de entre sus dedos.

El animal trastornado, en vez de disculparse, se deshizo en carcajadas, dando golpes en la mesa y saltando en la silla.
Está como una cabra-pienso, mirándolo incrédula. Aunque… ¿Un conejo puede estar cómo una cabra?


Esta a sido la entrada más larga, ¿verdad? ¿Que os parece de momento? ;)

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