El microcuento dictaba así:
¿Qué tal te va sin mí?
Es lo que querías.
Y ahora no haces nada más que llamarme al móvil.
No lo voy a coger.
Es lo que querías. Ahí lo tienes.
Mujer inmadura.
Niña caprichosa.
Que seas feliz. Señora repleta de complejos, mujer débil.
Relato VI
Se apeó en la acera con el móvil en la mano, mientras este no dejaba de entonar un rítmico sonido continuo. En la pantalla aparecía la foto de una chica, y debajo su nombre. La chica que le había roto el corazón, el alma, las ganas de ser feliz… Todo. Grandes deseos de tirar aquel trasto contra las ruedas de un coche en marcha le rondaron la cabeza durante unos instantes, pero optó por silenciarlo e ignorar las llamadas. Lo guardó dentro de uno de los bolsillos de sus vaqueros y caminó por las calles de aquella solitaria ciudad, hasta llegar a su coche. No se lo pensó dos veces: se zambulló en el interior del automóvil y huyó de aquel lugar. Necesitaba desaparecer, olvidarse del mundo, despejar su mente.
Condujo a gran velocidad, como su cuerpo le pedía. La adrenalina le distraía con eficacia. Pero por más que pisara el acelerador, el rostro de aquella muchacha no lo abandonaba. Le rondaba como un pájaro carroñero que vigila un cadáver desde lo alto. En el interior del coche, todavía perduraba la fragancia dulce de la mujer que le había robado el corazón. Recordó los felices días en que ella se sentaba a su lado, y cantaban juntos las canciones que sonaban en el reproductor, las escapadas al cine y los paseos nocturnos; todas las miradas compartidas, las frases románticas al oído, las risas y los dulces besos que se regalaban…Y todavía, a pesar de lo que le había hecho, seguía siendo suyo. Eso lo tenía claro. Rugió frustrado y dio varios golpes al volante. Lo había utilizado, como si fuese un mero papel de usar y tirar. Se maldijo para sus adentros, sintiéndose el hombre más estúpido de la faz de la tierra. Ella había sido una caprichosa y lo había abandonado por otro, manipulada por sus propios deseos físicos. Pero no resultó ser como ella esperaba. Y ahora quería volver a su lado.
Ni hablar, se dijo, todavía con el corazón malherido. Acabó por detestarla, por declararla su enemiga, dejando sus verdaderos sentimientos de lado. Llórame todo lo que quieras, bruja, pero ya no verás ni mi sombra. Se ha acabado ser el bueno. Ahora es mi turno. El turno de reír, por que el último, siempre ríe mejor.
Le escribió un mensaje que dictaba:
¿Qué tal te va sin mí?
Es lo que querías.
Y ahora no haces nada más que llamarme al móvil.
No lo voy a coger.
Es lo que querías. Ahí lo tienes.
Mujer inmadura.
Niña caprichosa.
Que seas feliz. Señora repleta de complejos, mujer débil.
Seguidamente, apagó el móvil y dejó que la noche difuminara aquel recuerdo, que las estrellas se llevaran el rostro de aquella maldita mujer y le dejaran vivir en paz.
Y ahora no haces nada más que llamarme al móvil.
No lo voy a coger.
Es lo que querías. Ahí lo tienes.
Mujer inmadura.
Niña caprichosa.
Que seas feliz. Señora repleta de complejos, mujer débil.
Seguidamente, apagó el móvil y dejó que la noche difuminara aquel recuerdo, que las estrellas se llevaran el rostro de aquella maldita mujer y le dejaran vivir en paz.
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