Abrí las puertas de un golpe y entré con paso firme. Pero la persona que vi no fue la que esperé encontrarme.
-No armes tanto estrépito hombre- me dijo levantando las manos- ¡que me rompes la puerta!
No conseguí articular palabra alguna, y mi cuerpo no me respondía.
-No puede ser…- dije casi en un susurro.
El hombre se volvió para mirarme y se acomodó en la silla que había frente a su escritorio.
- ¿Sorprendido? No deberías estarlo- me dijo y dio un sorbo a su café
-Tú… tú eres el asesino de James- balbuceé
-Así es- dijo tranquilamente.
Apreté los puños. Algo dentro de mí deseaba salir con fuerza y estallar, después de estar tanto tiempo reprimido en mi interior. Ansiaba descargar toda mi ira contra él, aunque sabía que después de quitarle la vida yo desaparecería. En sus ojos podía ver la muerte de James una y otra vez sin descanso. James… James… Tenía todo el cuerpo en tensión. Respiré hondo para intentar calmar mis impulsos.
-Y tú… mataste a todas esas personas-dije con esfuerzo- todas esas muertes sin explicación son obras tuyas… Eres el poseedor de todas las vidas y sus muertes. El creador.
-Elemental, querido Sherlock Holmes- me dijo haciendo una reverencia con la cabeza- veo que no se te escapa una. Al fin y al cabo, has sido creado por mi- declaró, alardeando sobre sus portentosas habilidades- y ahora has venido a matarme ¿no es así?
-Elemental, querido Sir Arthur Conan Doyle. Aquí acaba tu vida, junto con la mía.
El sonido de un disparo retronó por toda la mansión, y seguidamente, un silencio categórico se hizo cargo del ambiente. Un silencio frío e intenso. El silencio de un final.
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