domingo, 24 de agosto de 2014

Pequeño relato XI

Pues aquí llega la primera entrada de la nueva propuesta. Esta idea se basa en seleccionar una imagen y a partir de ella, crear una pequeña historia. Es algo parecido a los microcuentos que escribía antaño, pero la única diferencia, es que en vez de usar un pequeño microcuento para llevar a cabo el relato, ahora usaré una imagen. Pero tranquilos, que microcuentos seguirán habiendo ;) Disfrutad de la lectura.



El dibujo de un ojo con una lágrima sobresaliendo de él. Dentro de la pupila se divisa el paisaje nocturno de una ciudad, con una pareja bailando en el centro.



Relato:

Y aquella noche, lloró como no lo había echo en mucho tiempo. Lloró por todo lo que pudo pasar y no pasó, por todas las miradas que cayeron al vacío, por lo que pudieron ser y no fueron, por lo que quisieron y no consiguieron. Derramó cada lagrima, sabiendo que cada una de ellas contenía miles de felices recuerdos, que se iban tornando amargos a cada centímetro que recorrían mejillas abajo. Lloró por todo lo que perdió, por lo que se le escapó, por lo que no supo cuidar y por lo que no supo quedarse. Su almohada apagó sus sollozos, se sumergió en ella como un bote salvavidas. Pero no supo acallar el dolor de su corazón. Gritaba, frenético, deseando escapar de allí. Miró desde su ventana, el cielo estrellado... Lo había perdido, para siempre. Sollozó durante horas, intentando apagar la frustración que sentía, intentando calmar a su corazón herido. Tan solo pudo hacer eso, lamentarse en silencio y aparentar normalidad, ya que ella había de dejado de ser "algo" para él. Para acrecentar su suplicio, su mente rememoró la última vez que lo vio. Sus ojos volvieron a empañarse y pequeñas lágrimas brotaron de ellos, empapando sus mejillas, cómo la lluvia que la caló esa misma noche. Recordó las gotas de lluvia descendiendo por su cuerpo, mientras contemplaba petrificada cómo el amor de su vida disfrutaba de esa lluvia bailando con otra chica, colmándola de besos mojados y de ardientes caricias para soportar el frío. Presenció cómo su corazón se desquebrajaba en mil pedazos, a cada sonrisa, cada muestra de cariño y cada contacto que se regalaba la reciente pareja. Nada dijo, ni tan siquiera se molestó de acusarlo de infiel. Simplemente calló, y dejó que la noche se llevara sus lágrimas y su rabia, para ocultarlas en su oscuro cielo estrellado. Ya ella nada iba a ser para él, y para ella él siempre lo sería todo.

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