lunes, 15 de diciembre de 2014

Eyra. 6



Freyja siguió con su discurso de preparación y las felicitaciones, las conversaciones entre el público se hicieron más audibles y la gran sala se llenó de risas y parlotería. Pero para mí todo había quedado en el más ahogado silencio, al descubrir que no iba a bajar junto a mis compañeros y mi eiherjar al Midgard. Einar y los demás me miraron con expresiones confusas y de tristeza. Mi eiherjar me abrazó por detrás e intentó reconfortarme, pero resultó el vano. Aihrel me abrazó con fuerza y la escuché gimotear, mientras me decía cuanto lo sentía. 

-Lo siento, nonne- me dijo ella.

-Tranquila pequeña- Einar posó su mano sobre mi hombro y me obligó a mirarle-. Haremos todo lo posible por que Freyja te deje venir con nosotros. ¿A que si?-se giró hacia los demás y los miró con un brillo especial en la mirada.

Todos sonrieron y alzaron los puños, gritando al unísono:

-¡Sí!

Me emocioné y no pude evitar lanzarme con los brazos abiertos sobre mis amigos, riendo cómo una tonta y con un rayo de esperanza en el corazón.

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Aquel día me había dejado prácticamente sin fuerzas y me escurrí de la fiesta que se celebrava para los seleccionados que bajaban al Midgard y sus más allegados, para darme una ducha y meterme en la cama lo antes posible. Volé sobre la gran explanada de jardines que había entre mi apartamento y la cúpula de celebraciones y disfruté del frescor de la noche y el cielo nocturno. A pesar de no poder bajar al Midgard, no sentía una pena excesiva, pues conservaba un atisbo de esperanza gracias a Einar y mis compañeros, que lucharían por mi causa. Sonreí sin poder controlarlo y sentí una gran dicha en mi interior. Tenía unos amigos maravillosos. 

Llegué en pocos minutos a mi apartamento y entré por el balcón. Abrí el grifo de la ducha y dejé que se llenara la bañera, mientras me desvestía y me recogía el pelo. Me dispuse a meter el pie en el agua, cuando un conocido olor inundó mis fosas nasales. Cerré los ojos y aspiré con gozo, deleitándome con el aroma que desprendía Einar. 

-¿Qué te ibas a bañar sin mí, princesa?-dijo tras de mí. 

Me acarició la espalda y no pude evitar estremecerme. 

-Sabía que vendrías-murmuré, sin abrir los ojos y sonriendo.

-¿Ahora predices el futuro?-soltó una pequeña carcajada y escuché cómo se quitaba la camisa y los pantalones. Entonces me agarró de las caderas y con una velocidad vertiginosa, me tumbó en la cama boca-arriba- ¿Esto también te lo esperabas?-y sin darme tiempo a responder, me besó con ansia y deseo, mientras recorría con sus manos cada parte de mi cuerpo. Me aferré a su espalda y devoré sus labios con hambre, con la misma intensidad que él. Quería perderme en el calor que desprendía, en las caricias que me daba y el ardor que me provocaba; necesitaba olvidarme del mundo y ser tan sólo suya. Pegué mi entrepierna a la suya, que lucía unos bonitos “bóxers” y moví mis caderas, sintiendo el calor de su piel en la mía. Dejé escapar un suspiro de placer al sentir los labios de Einar sobre uno de mis pezones, que lo mordisqueaba y lo lamía con tiento y cuidado. 

-Delicioso…-susurró, trasladando su boca hacia el otro.

Me invadió un calor insoportable y mis alas se extendieron sin poder evitarlo, en un éxtasis de placer involuntario. Le agarré el pelo con delicadeza y le pedí que siguiera y no se detuviera. Einar gruñó y gimió. Se separó de mí varios centímetros y suspiró.

-Dame una tregua, pequeña-respiró hondo-. Que no soy de piedra y en momentos así se me muy difícil respetar las reglas de Freyja.

Sonreí y lo besé con dulzura. Las valquirias, des de tiempos remotos, habían tenido cómo condición el permanecer vírgenes para el resto de su existencia y defender así la pureza que transmitían junto a su valentía y su fiereza. Mujeres bellas y luchadoras, que por desgracia no podían gozar de uno de los pecados que más anhelaban todas: El poder de demostrar su amor más puro, entregándoles su alma y su cuerpo, a la persona que más lo mereciera. 

-De acuerdo… Voy a dejarte en paz por esta vez-le guiñé el ojo y me levanté de la cama. Era consciente de que una fina hilera de mis fluidos amenazaba con recorrer toda mi pierna y sabía que Einar lo estaba mirando con deseo. Lo miré antes de entrar en mi gran lavabo y le señalé con la cabeza que me acompañara. Lo vi exhausto, intentando recobrar el aliento y la compostura.

-Ven mi guerrero, vamos a relajarnos-volví a sonreír.

Einar me miró y me devolvió la sonrisa, mientras se levantaba y volvía a mi lado.


1 comentario:

  1. Pillines jejeje
    Desde luego hacen una preciosa pareja y es una pena que a Erya no la dejaran bajar con sus compañeros, pero ya encontrarán la forma.
    Un besoo
    Lena

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