viernes, 30 de enero de 2015

Cuento navideño: Mi Estrella de Navidad

¡Buenas tardes a tod@s!


¿Qué tal lleváis el día? El mío de perros, con un frío horrible y un viento con el cual puedo salir volando en cualquier momento. Me encanta el invierno, ¿a que se me nota? En fin, hoy os he traído un relato navideño con el que participé en un concurso. Había de usar una de las fotos que me indicaban y escogí la que veréis ahora, y relacionarla con el cuento. Espero que os guste!

Mi Estrella de Navidad



La luna ya adornaba el cielo nocturno, cuando vislumbré a "mi" estrella fugaz surcar las nubes. Para aquel entonces, yo tan sólo la había admirado cómo si fuese otra estrella cualquiera, pero pocas horas después, cambiaría de parecer. Me alejé de la ventana y, cómo cada noche antes de Navidad, me dispuse a disfrutar de la compañía de mi familia y de una buena mesa, repleta de platos caseros y deliciosos. La celebración no acabó hasta bien pasadas las doce de la noche, cuando los más pequeños comenzaron a frotarse los ojos y a acomodarse en el sofá, deseando meterse en sus camas. Nos despedimos de todos y ayudé a mis padres a recoger la mesa, cómo un buen hermano mayor. Luego puse leche y galletas junto a mi hermano menor en el jardín, para que Santa Claus y sus renos comichearan algo, o según mi hermano "para que se los dieran a sus elfos trabajadores, ya que ellos también merecían una parte". 

-Kevin, ¿segugo que vendgá Santa Claus?-me preguntó con el chupete en la boca.

Sonreí y le acaricié la mata de pelo rizado que tenía por cabello.

-Claro, pero has de estar dormido para que pueda venir, ¿de acuerdo?

Mi hermanito, emocionado, asintió repetidas veces y salió disparado a su habitación. Gritó a todos que se iba a dormir y que no le despertáramos por nada. Yo seguí su ejemplo, me despedí de papá y mamá y me metí en la cama. Al cabo de unos minutos, las voces de mis padres en la lejanía fueron enmudeciendo y los sonidos del exterior parecieron desvanecerse. Poco después, había caído en un profundo sueño. 

**************

La casa se había sumido en un catártico silencio, ni siquiera el silbido del viento interrumpía aquella hipnótica calma, hasta que un extraño ruido me hizo despertar. Primero pensé en algún gato callejero que se habría colado en el jardín, pero el sonido volvió a repetirse, muy cerca de mi habitación. Me levanté, y a oscuras, busqué el origen de aquel ruido. Me asomé a las habitaciones de mi hermanito y mis padres, pero parecía estar todo en calma, así que me dirigí a la cocina. Me estremecí al distinguir un resquicio de luz que se filtraba bajo la puerta cerrada, y una sombra que iba y venía de un lado a otro. Tragué saliva y agarré el pomo con las manos temblorosas, dispuesto a pillar al intruso in fraganti. Abrí la puerta de un golpe y grité:

-¡No te muevas! ¡Quieto...!

Las palabras parecieron desinflarse en cuanto vi lo que había asaltado nuestra cocina. Una hermosa mujer me miraba con aspecto calmado y una sonrisa franca en el rostro, ataviada con un precioso vestido blanco que brillaba cuando la luz se reflejaba en él. Quedé eclipsado por la perfección de su nívea piel y la contraposición que reflejaba con su cabello caoba y sus ojos grisáceos. 

-¿Q-quien eres?-pregunté, sin saber qué hacer. 

La mujer se desplazó hasta a mí con lentitud, cómo si temiera que saliese huyendo y se inclinó hasta tener sus labios a la altura de mis oídos. Y entonces me susurró:

-Tengo un nombre impronunciable, Kevin. Pero puedes llamarme cómo lo que soy, una estrella. 

Me quedé prendado de su voz, y sus palabras me hipnotizaron. 

-¿Una estrella?

Se separó unos centímetros de mí y me miró directamente a los ojos. Y en ellos pude ver un mar de luceros que navegaban a la deriva, inmersos en una amplia oscuridad. Millones de estrellas que parecían adoptar formas femeninas y me miraban curiosas, mientras charlaban entre ellas. Sentí mi cuerpo flotar y me dejé mecer por aquel océano iluminado, observando con curiosidad a cada una de ellas. Distintas y complejas, todas bellas y preciosas, que me llamaban des de el otro lado de la pupila. Parpadeé varias veces, sin creerme lo que veía. 

-¿Me crees ahora, Kevin?-dijo Estrella, con una melodiosa voz.

Asentí, hipnotizado por la majestuosidad de su imagen. 

-¿Y que haces en mi casa?-pregunté cuando se incorporó, perdiendo de vista el grandioso universo que descansaba tras sus pupilas.

La mujer volvió a sonreír y se paseó por la cocina, observando con lentitud cada detalle de esta. 

-Te parecerá extraño...-me miró sonrojada, cual niña pequeña-, pero soy una ayudante de Santa Claus. Mi responsabilidad consiste en comprobar que ningún niño esté despierto cuando él llegue a depositar los regalos. Pero, si hay alguno que lo está...

Se acercó a mí de nuevo y me tendió la mano, dejando a la vista una deslumbrante sonrisa. 

-... No dejará los regalos bajo el árbol.

Posé mi mano sobre la suya con delicadeza, temeroso de que se rompiera cómo si fuera cristal y me dejé llevar por ella. Pausadamente y en silencio, me condujo hasta mi cuarto y en el marco de la puerta, esperó a que me metiera dentro de la cama. 

-¿Ya te vas?-le pregunté, apenado. 

Estrella me miró con ternura y asintió, haciendo revolotear su cabello pelirrojo. 

-No te vayas, por favor. Quiero que te quedes... Quédate, Estrella- le rogué, poniéndome de rodillas sobre el colchón. 

No tenia ni idea de lo que hacía, pero algo en mi interior me pedía que liberara aquellas palabras, que la mantuviera a mi lado. Surgieron efecto, o eso me pareció al ver cómo un ligero rubor teñía sus perfectas y blanquecinas mejillas. Su sonrisa se ensanchó y extendió la mano hacia mi dirección. Fruncí el ceño. Entonces de su palma apareció un delicado vaso de cristal con bordados celestes, con lo que parecía ser chocolate caliente en su interior. Estrella se acercó hasta mí y se sentó a mi lado, me tendió el vaso y lo tomé en mis manos, todavía asombrado con el "truco de magia" que acababa de presenciar. 

-Algún día-comenzó a decir, mientras me miraba con cariño- te revelaré mi verdadero nombre, Kevin. Pero hoy no-se levantó y llegó hasta la puerta-. Ahora duérmete, y se bueno- guiñó un ojo y desapareció por el pasillo.
Y el silencio volvió a reinar, como si nada hubiera pasado. Observé embelesado la salida de mi habitación, intentando retener en mi memoria el último momento que había pasado con "mi" estrella. Estrella. 
Deposité el vaso medio lleno en mi mesita de noche e intenté reconciliar el sueño, cuando escuché el eco lejano de unos cascabeles. Sonreí y me tapé con la sábana hasta la nariz. Aquella noche antes de Navidad, ya había recibido mi primer regalo. El mejor regalo que podría haber tenido: enamorarme de una estrella.

1 comentario:

  1. Vaya realmente es un historia navideña preciosa que incita a soñar y a imaginar la magia de esta fecha tan señalada, gracias por compartirlo con tus lectores ;D
    Un beso
    Lena

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