viernes, 16 de enero de 2015

Emma. 8



El sol ya comenzaba a ocultarse tras el horizonte, cuando desperté con el ensordecedor sonido de una bocina de policía que se filtraba por la ventana y por lo que parecía, un gran revuelo en los pasillos. Me levanté –ya me habían extraído la mayoría de cables del cuerpo- sintiendo cómo los engranajes de mi cuerpo volvían a ponerse en marcha y abrí la puerta. Agentes de policía iban y venían de un lado a otro, hablando con enfermeras y comunicando información a través de walkie talkies.

-Disculpe-le pregunté a uno de los agentes que pasaba en frente de mi puerta- ¿Ha ocurrido algo?

El hombre me miró de soslayo y fingió una sonrisa.

-Nada buen hombre, quédese en su habitación. No es más que una inspección rutinaria- se limitó a contestar y seguidamente siguió su camino.

Puse los ojos en blanco.

-Este se cree que soy imbécil…-susurré para mí mismo, mirando cómo se alejaba el agente.

Me adentré en la infinidad de pasillos que tenía el edificio, dispuesto a averiguar qué ocurría. Paseé por varias plantas, hasta que llegué a la planta de maternidad, donde extrañamente, el número de agentes por metro cuadrado había subido considerablemente.

-Señor Rodríguez, ¿no está usted muy lejos de su habitación?- preguntó una dulce voz a mi espalda.

Me giré y quedé de nuevo eclipsado por la luz que desprendía la figura de Victoria, que me miraba curiosa y esperando una respuesta. Boqueé como un pez, sin encontrar las palabras adecuadas para dirigirme a aquella ninfa de cabello de fuego que había aparecido ante mí, hasta que conseguí articular:

-Yo… Estaba buscando a una enfermera para comentarle que… Mi puerta del baño chirria demasiado y eso parece un festival heavy cuando entra corriente.

Conforme decía la excusa en voz alta, más extraña me había parecido. Rogué al Señor y miré de reojo a Victoria, esperando que se tragara mi coartada. Y para mi asombro, de sus labios se escapó una pequeña carcajada, que no pudo disimular a pesar de colocarse la mano en la boca. Aquel melodioso sonido me pareció el cantar de un ruiseñor o el de una coral de ángeles. Me sonrojé y disfruté de cómo sacudía mínimamente sus hombros al reírse.

-¿Un festival heavy? Jamás había escuchado eso-declaró con una sonrisa.
-Entonces deberías pasarte más a menudo por mi habitación-puse los ojos en blanco.

No caí en la cuenta de mi metedura de pata, hasta que vislumbré el creciente rubor que se dibujaba en las mejillas de Victoria.

-Ay, no, no, quería decir que… Vinieras más veces para escuchar la puerta crujir- rectifiqué, con las manos alzadas.

Victoria volvió a emitir una pequeña carcajada y miró el cuaderno que llevaba en la mano.

-Pues parece que voy a escucharla antes de lo previsto, pues hemos de acabar con el interrogatorio de esta mañana. ¿Qué le parece mañana?
-Por mí perfecto, no creo que vaya a moverme de allí hasta un par de días más.
-Bien, entonces dejando eso de lado… ¿Se puede saber que viene a buscar a la zona de maternidad, dos plantas más arriba de la suya? Porque creo que una enfermera para que le arregle las bisagras de la puerta no es- Victoria alzó una ceja y sonrió con un deje muy sensual, a mi vista.

Pillado y hundido, macho-pensé mientras me llevaba la mano a la nuca, dispuesto a decirle toda la verdad.

-De acuerdo, lo siento. Me lo he inventado-comencé a decir, viendo cómo la sonrisa de Victoria se ensanchaba-. Venía para saber el porqué de este despliegue policial- señalé a mí alrededor, repleto de agentes con chalecos azul oscuro con bordados que rezaban: “Departamento de Policía”.

Victoria observó el panorama y permaneció callada, tocándose el labio inferior con un dedo, cómo si meditara sobre si debía contármelo.

-Bueno, verá…-empezó, pero unos gritos al otro lado del pasillo la interrumpieron.
-¡¿Dónde está mi bebé?! ¡¿Por qué no me dejan verlo?! ¡Monstruos!-gritaba una voz femenina.

Los dos echamos a correr en esa dirección, hasta que nos encontramos con Claudia forcejeando con un par de agentes, que la agarraban por los brazos. Los gritos provenían de ella.

-¿Claudia?-me abrí paso y llegué hasta ella, seguido por Victoria.
-¡Padre! Oh, Dios mío, Padre Rodríguez… Dígales que me dejen pasar, por favor. Quiero ver a mi niña-me suplicó, intentando desasirse del amarre de aquellos dos armarios con chaleco.

Extrañado, me giré hacia Victoria.

-¿Porqué no la dejáis pasar?- le pregunté, mientras observaba a mi alrededor.

Sin darme cuenta, había llegado hasta la zona de incubadoras. ¿Por qué habían doblado el número agentes en aquella zona?
-¿Qué le habéis hecho a Emma?-volví a preguntarle, todavía más confuso.

Victoria respiró hondo y miró a Claudia, que la observaba como un animal encerrado en una jaula: Con temor e ira.

-Emma… Ha desaparecido- espetó.

3 comentarios:

  1. Cuanto tiempo, echaba de menos tus textos ;D
    Un final impactante, a menos que Emma haya aprendido a andar de la noche a la mañana, aquí hay gato encerrado, un besazoo
    Lena

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    1. Pues si, pero justamente un gatito lindo no es ;) Gracias por tus comentarios guapisima! En cuanto pueda me paso por tu blog para ponerme al día

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  2. Emma ha ido a dar una vuelta con su amiguito el demonio... ¿por qué la gente se preocupa tanto?
    Me alegro mucho de ver que la historia sigue adelante, ya lo echaba de menos :)
    Un beso.

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