¡Buenas tardes a to@s!
¡Ya tenía ganas de subir algo nuevo! Hoy vengo con un relato sobre la violencia de género, ya que es algo bastante común en esta sociedad, por desgracia... Se han echo muchos textos sobre el maltrato a la mujer, pero pocos están concienciados con la otra cara de la moneda, Cada vez hay más casos de maltratos de mujeres a hombres, y para ser original, mi relato trata sobre ello. Espero que os guste :)
El pestilente olor de su orina reseca en el parquet, la tétrica oscuridad por falta de ventanas en la habitación, el sonido de su respiración y una voz en su interior que gritaba aterrorizada, eran su única compañía cuando ella no estaba. Y aunque para el resto de la sociedad pareciese repugnante, él estaba feliz con aquel breve momento de paz y tranquilidad. Momentos en los que imaginaba a su alma volar, escapar lejos del cuchitril en el que se encontraba encerrado con llave. Instantes en los que soñaba con su vida perfecta, dónde no tuviera que soportar el agrio olor de sus deposiciones en los pantalones; y poder contemplar la luz del sol nada más levantarse, volver a sentir la calidez en su piel y poder respirar sin sentir náuseas. Y sobre todo, en esas ocasiones fantaseaba con poder vivir sin miedo, sin las humillaciones que lo desquebrajaban cada día y poder liberarse de aquel encarcelamiento que lo tenía sometido. Sentado en una esquina, se abrazó a sí mismo y soñó con el día de su boda. Todo había sido espléndido, pero lo más perfecto de aquel día fue ver a su esposa vestida de blanco y con el anillo que lo unía en su dedo. Rememoró cada sonrisa y momento en el que la felicidad los envolvía, pero todo cambió unos años después. Con la muerte de su primer hijo, su mujer cayó en depresión, luego afloró la obsesión por el control y finalmente la demencia con ataques físicos. Se tapó los ojos y lloró con fuerza, convulsionándose por los hipidos. Cómo deseaba volver a los buenos tiempos… Entonces, escuchó una puerta lejana abrirse. Abrió los ojos como platos y en su cara se reflejó el verdadero terror. Ella había vuelto.
El indescriptible paso de sus tacones se hacía más audible y el perfume que usaba llegó hasta sus fosas nasales. Se estaba acercando. El hombre entró en pánico y se pegó más a la pared, intentando cubrir todo su cuerpo con los brazos. Su respiración incrementó, en cuanto los sonoros pasos de su mujer pararon frente a la puerta que lo tenía encarcelado. Escuchó el tintineo de una llave al abrir la cerradura, y la puerta se abrió con lentitud. Tras esta, apareció la figura de su esposa, con un aspecto bastante deteriorado.
-¿Ya estas llorando otra vez? No eres más que un perdedor-escupió, con un deje de repugnancia en su rostro.
El hombre se tapó los oídos, justo antes de que una retahíla de gritos lo acribillase de nuevo, cómo cada vez que ella volvía. El eco de los gritos sonaba lejano, pero aún así le dolía cómo si le desquebrajaran el alma. La mujer pateaba y movía los brazos, colérica, con los ojos desorbitados y la boca desencajada de la rabia que esputaba en forma de palabras; gritando sobre la repugnancia que le daba al verlo, y las náuseas que sentía al haberse casado con un desgraciado como él.
Ya no podía soportarlo más. Las lágrimas corrían por sus mejillas y su cuerpo temblaba cómo un animal indefenso, anulado completamente. Incluso pudo sentir de nuevo el calor de su orina bajo él, escapándose irremediablemente por el terror. La mujer salió de la habitación, echa una furia, y cerró de nuevo con llave. Él continuó llorando, hasta que no tuvo fuerzas ni para ello. Se quedó en silencio, y supo que había llegado el momento. Ella jamás cambiaría. Con las últimas energías que le quedaban, sacó de su bolsillo un pequeño clip metálico que se le había caído a su mujer en una de sus visitas, y sin tan siquiera pensárselo, con una de sus puntas se hizo sendos cortes en las muñecas. No sintió dolor, ni pena por dejar ese mundo. Al contrario, sonrió al saber que tendría toda una eternidad de paz y tranquilidad, un lugar en el que descansar sin miedo ni temor, dónde poder ver de nuevo la luz y sentir calor en su piel. Se le escapó una pequeña lágrima, pero por primera vez, esta era de dicha. Poco a poco, su visión fue difuminándose, y su cuerpo entró en un estado de sopor. Y entonces la vio, la luz del sol iluminó su rostro y acarició su cuerpo magullado. Ahí estaba, un foco de luminosidad que le pareció el más puro que había visto. Y en ese momento, supo que había cumplido sus sueños y fantasías: poder contemplar de nuevo la luz del día, la claridad del sol y la felicidad… El fulgor de la libertad.
He de decir que me ha sorprendido mucho, muchísimo tu texto. Cuando hablamos de maltrato siempre nos imaginamos a mujeres indefensas acosadas por sus maridos o parejas (que por desgracia también las hay), pero nos olvidamos de que los hombres también sufren y a ellos los excluimos solo porque el pensamiento colectivo los considera fuertes, pero en ocasiones se enfrentan a miedos contra los que la fuerza no tiene ningún poder.
ResponderEliminarHas logrado una narración magistral Lucia, muchas gracias por compartirlo.
Un beso
Lena
Me ha encantado ese relato, sobretodo por el giro en el sentido de que es diferente. Siempre que nos hablan de maltrato lo primero que nos viene a la mente es el hombre que maltrata a la mujer, pero también esta el caso contrario y a ese por desgracia no se le da tanta importancia
ResponderEliminarun beso
¡Hola! Me ha encantado el relato, no precisamente por la temática (pues es triste saber que en pleno siglo XXI existen tales situaciones) sino por cómo narras, cómo planteas los hechos y cómo estructuras el relato. En serio, escribes muy bien :)
ResponderEliminarY por cierto, te he nominado al premio One Lovely Blog Award: http://lasombradetusojos.blogspot.com/2015/03/me-han-nominado-a.html
Con cariño,
Lurei Book