miércoles, 18 de junio de 2014

Relato del microcuento VII


Microcuento: 
La curiosidad, esa noche, no mató al gato; pero sí le rompió el corazón.
Fausto E. Ruber


Relato:

No las tenía todas consigo, pero decidió seguir adelante con el plan trazado. Una parte de ella se sentía ruin y mezquina por hacer lo que estaba haciendo, pero otra parte la incitaba a continuar, a seguir a su novio de lejos, para ver si era verdad que volvía a su casa después de estar con ella. Se había comportado de un modo muy extraño aquella tarde, ocultando llamadas y mensajes. Se mostraba esquivo a las preguntas de ella, con respuestas, de su parte, imprecisas y desconcertantes. Fue entonces cuando se preocupó.
El cielo se había oscurecido rápidamente y cada vez le costaba más seguir a su chico de lejos. Avanzó unos metros hasta quedarse a una distancia prudente de él. Quería seguirle, pero no que le descubriera. Entonces, cayó en la cuenta de que aquel trayecto no era el que tomaban normalmente para ir a casa de Seth. Era un camino distinto que ella desconocía. Pasó por calles abarrotadas de gente, siempre intentando no perder de vista s Seth; por estrechos callejones y por un parque deshabitado a esa hora de la noche, hasta llegar a una lujosa urbanización, repleta de suntuosas casas iguales. Se escondió tras una esquina y observó de lejos a su novio, hipnotizada por sus andares, cuando se paró frente a una verja. Allí, pico al telefonillo y dijo algo que ella no llegó a escuchar con claridad y seguidamente, salió una preciosa chica de detrás de la metálica puerta. Era una chica alta y hermosa, con el pelo color cobrizo y la piel morena. Vestía una mini falda tejana y una camiseta de tirantes, con el ombligo al descubierto. Seth, al verla, la atrajo hacia él y la besó con pasión, mientras ella respondía al beso con el mismo ímpetu.
No pudo creerse lo que veía. Sus ojos se empañaron en cuestión de segundos y se tapó la boca con una mano, para evitar que un sollozo delatara su posición. Se quedó mirando la escena, flagelándose a casa caricia, abrazo o beso que se regalaban la traicionera pareja. Hasta que no pudo contenerse más. Se levantó y escapó de allí, resiguiendo los pasos que la habían llevado hasta aquel infierno recién descubierto. Corrió durante todo el camino, hasta llegar a su casa y sumergirse bajo las sábanas de su cama, que en ese momento se convirtió en un búnker aislado del mundo. Lloró desconsoladamente durante toda la noche, arrepintiéndose por haber hecho tal estupidez. Por haberse dejado vencer por la curiosidad. Pero como dicen, más vale gato muerto y sabio, que animal vivo e ignorante.


¡Buenas tardes a tod@s!


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