-22 de Noviembre-
Finalmente, después de muchos forcejeos y peleas familiares, han conseguido llevarme a un psiquiatra. Odio a ese tipo de personas, que creen que te ayudan pero solo buscan soluciones alternativas a tus problemas, que suelen acabar en fracaso. Este no es una excepción. Un tipo escuálido y con gafas de pasta me pregunta sobre mis últimos días, el porqué de mi comportamiento. Yo solo consigo contestar una palabra: “Ella” Mi voz se ha vuelto casi inexistente y prefiero ahorrar saliva a explicar todo lo que me ocurre a un desconocido que al final no conseguirá ayudarme y solo me inflará a pastillas antidepresivas.
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-28 de Noviembre-
Subestimé a aquel tipo. Pensé que tan solo me tomaría por alguien amargado por su vida y me recetaría pastillas. Pero no. Ha hecho algo peor, pienso mirando por la ventana del coche, de camino al hospital psiquiátrico más cercano. La dama me susurra al oído mi nombre y su melodioso canto ya no me deja escuchar nada más del exterior. Ocurrió ayer sobre las tres, a la hora de comer. Yo solo miraba el plato, como de costumbre, y no tocaba nada. Mi madre me hablaba, pero entonces vi que ya no escuchaba ni siquiera palabras sueltas. Pero no me sorprendió. Aquella mujer había conseguido aislarme de toda la sociedad y mis seres queridos, para tenerme solo para ella. Y yo quería ser suyo por toda la eternidad…
El coche para en la entrada del edificio. Ya hemos pasado el camino del bosque y ante nosotros se abre una explanada con un solo edificio en el medio, grisáceo y frío. Unos hombres fuertes y altos caminan hacia el automóvil con una camisa blanca en la mano. Saben que me resistiré. Quiero huir de allí. Volver al lado de mi amada, en el museo de Can Doménech y contemplarla por el resto de mis días. Uno de los hombres abre. Miro a mi dama nocturna y sonrío. Salgo del coche con impulso y mi cuerpo impacta contra el pecho del hombre robusto, que cae al suelo, llenándose de barro. Corro hacia el bosque en busca de refugio, pero el otro hombre consigue atraparme y apresarme con sus fuertes brazos. Grito y me retuerzo, pero mis fuerzas flaquean a causa de mi debilidad. Me llevan dentro y me colocan la camisa de fuerza. Estoy apresado. Me trasladan hasta una habitación, mientras veo a mi madre llorar desconsoladamente. Siento cierta pena por ella. Pero entonces veo algo que me sorprende en mi habitación. Algo que destacan entre toda la blancura de las sabanas, la cama, las paredes y el suelo: Una gran fotografía de mi dama nocturna. Sonrío y corro hasta llegar a la foto. Lloro de felicidad. Esa imagen de amor hacia una fotografía impacta a mis padres. Pero ya no les hago caso. Solo estoy por y para ella. Para su canto y su voz.
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-30 de Noviembre-
Encuentro el diario del paciente nº 832, en una busca exhaustiva de pistas sobre su desaparición. Según las enfermeras de guardia, desapareció sobre la 1 de la mañana. Tan solo hemos encontrado la extraña fotografía de la escultura femenina en la pared, y una nota: <<deseo vivir con ella para siempre. Formaré parte de su historia y su leyenda, disfrutando de su canto para el resto de la eternidad>>
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