Cómo la ceniza, el viento te ha arrancado las esperanzas; la luz de tu mirada se consume con rapidez, cómo te estrecha el nudo que apresa tu alma. Tu cuerpo no resiste más luchas, deseas descansar, desistir, cómo el soldado que vuelve a casa después de la guerra. Anhelas cerrar los ojos y sentirte flotar, sin miedo a ver el vacío bajo tus pies. Un inmenso vacío por el cual temes precipitarte. Por favor- te pido- no dejes de luchar. Alargo la mano, pero no encuentro la tuya. Me estiro todo lo que puedo, pero no quieres agarrarte a ella. Por favor, resiste. A ciegas entre tu oscuridad, te busco, anhelando tu dulce mirada, tu cálida voz, tu contacto sanador. Te llamo, pero no contestas. Por favor, sé fuerte. En ese oscuro océano de sombras, puedo escuchar tu alma gritar, pedir cleméncia, ayuda. Grito tu nombre, desesperada. Arranco a correr en cualquier dirección, pero la oscuridad no desaparece. Grito con fuerza, pidiéndoles un sobreesfuerzo a mis cuerdas vocales. Por favor, déjame ayudarte. Siento el dolor que padeces y mi cuerpo no puede evitar desmoronarse. Me encojo sobre mí misma, y siento cómo mi cuerpo cae. Caigo en la oscuridad, hasta llegar al borde de un abismo. Me asomo a él, y veo tu cuerpo suspendido sobre el centro del vacío. Y a tu lado, pedazos esparcidos de cristal de un color rojizo. Por favor, aguanta. Estiro la mano de nuevo, pero no te alcanzo. Te llamo, pero no contestas. Tu cuerpo frío e inerte no da señales de acercarse. Puedo escuchar los gruñidos de las sombras hambrientas que se asoman del abismo, todavía famélicas después del primer plato. Sin pensármelo más veces, salto sobre el abismo y cubro tu cuerpo con el mío. Caemos al vacío, donde nos esperan tus sombras con las garras abiertas, dispuestas a despedazarnos. Por favor, no temas. Las sombras nos esperan justo donde ellas te querían. Pero yo caigo contigo para salvarte de la caída. La penumbra nos engulle, nos succiona hacia el final del abismo. Ya diviso el final de este. Te abrazo fuerte, aunque lo único que siento es la frialdad de tu cuerpo. Pero cuando quedan pocos metros para impactar contra el suelo y ser devorados por tus sombras, una ráfaga de luz nos envuelve, y una cálida sensación llena nuestros cuerpos. Las sombras aúllan de dolor, y la penumbra desaparece tras ellas. Incrédula, te miro y en tu mirada, puedo volver a ver la luz que estaba buscando. Sollozo de dicha, abrazada a tu cuerpo, que cada vez se vuelve más cálido. Por favor, no vuelvas a caer. Me abrazas sonriendo y me acaricias la cabeza. Tu sonrisa ha vuelto, y la oscuridad se ha marchado. Siempre estaré para amortiguar la caída. Siempre estaré para arreglarte cuando te rompas. Nunca dejaré de ser tu faro en la penumbra. Jamás estarás solo. Siempre seré fuerte para ti.
Por favor, quédate para siempre.
No he quitado la vista de la pantalla ni un segundo... No tengo...palabras.
ResponderEliminarEsa sensación de agonia al principio, como poco a poco se disipa hasta que al final se convierte en felicidad... Definitivamente tienes un don.
Me ha encantadoooooo, un enorme beso
Lena
Me ha encantado tu comentario Lena :) ¡Me alegro de que te haya gustado! Espero ser mejor cada día y llegar a cumplir mi sueño^^ Y con comentarios como los tuyos y los demás, siento que voy por el buen camino. ¡Muchas gracias Lena!
EliminarUn abrazo y un besote enoormes!