viernes, 3 de octubre de 2014

Emma.3



Había tomado una decisión. Con paso firme, me acerqué hasta ella y le acaricié la frente.

-¿Cómo se llama tu pequeña, Claudia?-le pregunté con voz dulce.
-Emma, Emma-repitió entre bocanada y bocanada de aire- Se llama Emma.
-Vamos a sacar a Emma,¿de acuerdo?-caminé hasta el tumulto de hermanas que se congregaban alrededor de las piernas abiertas de Claudia.

Comencé a dar ordenes.

-Lourdes, trae un barreño lleno de agua; Espe, toallas, preferiblemente viejas pero limpias; Ana, llama a una ambuláncia, no tenemos utensilios necesários para detener la hemorrágia; padre Miguel, tráigame algo para moder; y las demás… Sujéntenla-ordené, con voz fría. Necesitaba mantenerme la calma en todo momento.

Todos asintieron y se pusieron en marcha. Tan sólo unos pocos nos quedamos en la nave, escuchando los pasos de nuestros compañeros, que salían a la carrera de la sala, en busca de los utensilios que les había pedido.

-Bien, Claudia, ¿me oyes?-pregunté, asomándo la cabeza por encima del vestido. La mujer asintió con rapidez- Perfecto. Cuando te avise, quiero que aprietes, ¿me han entendido? Ni antes ni después.

Un débil “sí” surgió de la boca de Claudia. Miré a las hermanas que se habían quedado para sujetar a la mujer.

-Cuando avise a Claudia para que apriete, vosotras debéis sujetarla con fuerza. Una mujer de parto posee una fuerza inmesurable-informé.

Todas asintieron con una débil expresión de miedo en sus rostros. Siguieron tranquilizando a Claudia con palabras dulces, mientras yo esperaba el momento propicio en el que los músculos interiores de ella llegasen a su distensión máxima.

-Lo estás haciendo muy bien, Claudia-le dije. Necesitaba que se relajase- Quiero que respires conmigo- comencé a inspirar con fuerza, para que me oyera- Inspira…-cuando escuché cómo Claudia me seguía, solté el aire poco a poco- Expira… Otra vez, Claudia. Inspira…Expira… Inspira… Expira.

Las monjas también nos acompañaron, dando ánimos a la mujer. Cuando ví que los músculos empezaban a estirarse, grité:

-¡Ahora Claudia! ¡Aprieta!

Las monjas la sujetaron cuando empezó a gritar por el esfuerzo. Su cuerpo temblaba cómo una hoja mecida por el viento. Un rugido manó de su boca y rebotó por todos los recobecos de la sala. Era desgarrador.

-¡Sigue así! Lo estás haciendo muy bien- informé, al empezar a ver unos pequeños deditos de pie por la obertura. Pero entonces rectifiqué. Emma estaba saliendo en la posición errónea, y eso no era nada bueno. Si el bebé no salía de cara, significaba que se estaba ahogándo dentro.

-¡Mierda!-exclamé, entrando en pánico.

Justo en ese momento, entraban el padre Miguel, Espe y Lourdes con los recados en la mano. Corrieron en mi busca al escuchar la blasfemia que acababa de soltar. Espe fue la primera en llegar, dejándo las toallas en el suelo.

-Emma está saliendo de culo- informé sin ningún pudor.

La monja se llevó las manos a la boca y ahogó una exclamación, mirando los pequeños deditos de pies que sobresalían por la entrada de Claudia.

2 comentarios:

  1. Desde luego su entrada en el mundo está causando problemas alla por donde pasa, pero los inicios duros son siempre los mas interesantes.
    Que nervioooos, quiero saber como sigue cuanto antes :O
    Un beso
    Lena

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  2. Pues va a ser mucho más duro... Ya verás ya ;) jejejeje Gracias por comentar guapa! Siempre me animas a seguir escribiendo cuando leo tus coments! Un besooo!

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