lunes, 21 de julio de 2014

Relato del microcuento X


Microcuento:

-¿Cenicienta, quieres una cerveza?
-Helada, madrina.
Jenny Malaver
Relato:

-Cómo te cuento, Drina, el principito resultó ser un embustero-dijo ella, removiendo los hielos que flotaban en su cerveza con el dedo. 

Se había pasado toda la tarde cabizbaja, pensando en su libertino marido, y en su complicada vida.

-No te desanimes pequeña, ya verás cómo cambia de parecer si le explicas cómo te sientes-le sugirió su madrina, la mujer de cara humilde y cuerpo entrado en los cincuenta que estaba sentada frente a ella, al otro lado de la mesa.

La joven resopló y se dejó caer sobre el respaldo de su sillón.

-No tengo nada que explicar- y dicho eso, dio varios tragos a su cerveza.
-Has cambiado, Ceni. ¡Bebes como una carreta!- exclamó Drina, recordando los días en que su pequeña Cenicienta no era más que una niña alegre e inocente.
-¿Y qué quieres? Nadie me dijo que al ser princesa, debería de tener una camada entera de hijos y además, mi supuesto príncipe azul y marido, podía irse con la primera fulana que veía por la calle. Y como yo no puedo irme con cualquier maromo, he de conformarme con saciar mis penas con Don Alcohol.
El silencio reinó entre ellas. 
Drina le dio la razón en ello. Las dos habían cambiado. Su niña se hizo mayor, y se casó con un príncipe que resultó ser lo que no aparentaba. Mientras que ella, sus labores como Hada Madrina se habían acabado.

-¿Y cómo vas con los pequeños?-le preguntó, intentando desviar el tema.

Ceni sonrió instintivamente. Al recordar a sus pequeños, por mucho trabajo que le supusieran, era cómo flotar en una nube. Eran sus angelitos.

-Muy bien, Drina. Son revoltosos, pero se les quiere como nadie- miró dentro de la jarra de cerveza, observando con atención la espuma que se formaba sobre ella- son el único rayo de esperanza que tengo en todo esto, lo que me mantiene viva.

La anciana sonrió ante aquella respuesta.

-Has de ser fuerte, pequeña.-le dijo- Yo siempre estaré aquí para ayudarte, lo sabes ¿verdad?

La joven asintió, sintiéndose agradecida por tener a alguien como ella a su lado.

-Y si algún día te cansas de todo-continuó- ya sabes a quien acudir-le guiñó un ojo.

Ceni soltó una carcajada. Cuando Drina se enteraba de que el príncipe había herido los sentimientos de su “pequeña”, era todo un espectáculo.

-Algún día lo matarás de un infarto- dijo ella, y dio otro trago a su cerveza.
-Eso espero, cariño. Eso espero-respondió, sonriendo maliciosamente.

Ceni puso los ojos en blanco. Menuda mujer.
-Y si no, siempre nos quedarán las tardes de bares, ¿verdad, pequeña?
-¡Por supuesto!-dijo alzando la jarra- ¡Por nuestras tardes de mujeres!
-¡Por nuestras tardes!-vitoreó también Drina.

Y así quedó la tarde. Tardes de reencuentros, destinados a sanarse entre ellas, para volver rejuvenecidas a afrentarse a sus verdaderas vidas.

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