domingo, 8 de febrero de 2015

Emma. 9

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Entré como un vendaval en mi habitación, sin pararme a escuchar las quejas de las enfermeras ni las de Victoria, pidiéndome que me quedara en el hospital aquella noche. Agarré un pantalón y una camisa que tenía desperdigados encima de una silla y me metí en el baño. Me vestí con rapidez y salí de nuevo. Mi expresión neutra impactó a Victoria cuando le dirigí la mirada, mientras alcanzaba mi gabardina y me calzaba los zapatos. Me observaba con angustia, cómo si no supiera que decir, bajo el marco de la puerta. 

-Ismael… Es mi trabajo-dijo casi en un susurro.
-Y este el mío, Victoria. Guiar por el buen camino a los malaventurados. Devolver a Emma a los brazos de su madre-expresé, pasando por su lado- Gracias por haberme avisado-susurré con ironía. 

Y dicho aquello, me mentalicé en buscar a Emma. Esquivé a varias enfermeras y doctores que intentaban retenerme y salí a la carrera por la entrada principal. Dejé a un lado la sensación de vértigo y mareo que sentía en cuanto avanzaba un paso y el recuerdo de Victoria, y me centré en llegar hasta un local de alquiler de automóviles. Di con uno a un par de manzanas y con la rapidez que pude, llegué a un acuerdo con el dependiente y conseguí un coche para las próximas tres horas. Conduje por los lugares más inhóspitos de la ciudad a una velocidad insensata, sin saber realmente por dónde buscar. Mi cabeza funcionaba a mil por hora, sopesando sobre cómo podía haber desaparecido Emma, y el extraño arrebato que había sufrido por ir a buscarla fuera, sin pararme a pensar en que tal vez continuase dentro del edificio. Pero mi instinto me gritaba todo lo contrario. Conduje hasta los límites de la urbe, cuando me aparté de la carretera y paré en seco. Llegaba hasta mis oídos, un débil llanto. Bajé las ventanillas del coche y miré hacia todos lados frenéticamente, pero el berrido pareció esfumarse. 

-¿Qué?-me pregunté extrañado.

Me quedé mirando el volante del coche, sin saber cómo actuar. Me había parecido tan real… ¿Me estaré volviendo loco?-pensé. Me tapé las orejas y apoyé la frente en el volante, intentando hacer acopio de mis fuerzas. Y entonces, volvió a ocurrir. El berrido de un bebé que parecía bailar entre mi sien, rebotando entre las paredes de mi cráneo. Me erguí y saqué la cabeza por la ventanilla, dejando las orejas libres. Nada de nuevo, tan sólo el silbido del viento. Salí del automóvil y observé a mí alrededor. No había nada más que millas y millas de tierra árida y una sola carretera que llegaba hasta la siguiente ciudad. Pero volví rápidamente a mi asiento, cuando escuché una extraña canción que emitía la radio, que hasta entonces había permanecido apagada. 

-¿Qué diablos…?-murmuré moviendo la ruedecilla de las emisoras. 

En cuanto aquellas palabras brotaron de mis labios, la música cesó y la substituyó el llanto de bebé que tanto había estado buscando. Se escuchaba distante y ahogado, cómo si la criatura tuviese dificultades para llorar. Pero sin duda, identifiqué los berridos cómo los de Emma. 

-¡Emma!-golpeé la radio, sin entender que estaba ocurriendo- ¡Pequeña, no llores! Dios mío... ¡Por favor, seas quien seas, deja a la niña en paz!-vociferé, lleno de ira. 

Pero el llanto de Emma volvió a apagarse. Aquello parecía una tortura. Miré a la radio y apreté todos sus botones y giré las ruedecillas, suplicando por volver a escuchar a la pequeña. 

-Por favor, por favor…-repetía sin parar, hasta que una nueva melodía retronó en los altavoces del aparato. 

La desgarradora letra de Falling inside the Black, de Skillet, se coordinaba justo con la situación del momento, cómo si alguien quisiera que cada uno de aquellos acordes se clavaran en mi memoria cómo navajas afiladas. 

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Falling in the black
Slipping through the cracks
Falling to the depths can I ever go back

Dreaming of the way it used to be
¿Can you hear me?
falling in the black
Slipping through the cracks
Falling to the depths can I ever go back
Falling inside the black
Falling inside falling inside the black

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Le grité a la radio, ciego por la impotencia y la frustración, deseando que no se volviera a repetir el estribillo de la canción. 
>>Pero en mi interior ya sabía que aquella melodía me acompañaría junto al recuerdo de Emma, en cuanto la búsqueda de la criatura desistiera, un mes después. La rasgada voz del cantante velaría mis tormentosas noches entre pesadillas y pastillas para intentar olvidar el angustioso berrido de la pequeña, que jamás fui capaz de encontrar. 

Abatido, arranqué de nuevo el automóvil y volví a la carretera, de vuelta al hospital. Tal y cómo sentenciaba la canción, mi yo interior parecía estar cayendo dentro de un oscuro abismo, el cual parecía no tener fin. Atento al carril del camino, me llevé una mano a la boca y gimoteé cómo quien no tiene otra salida, dejando escapar un reguero de lágrimas sin poder retenerlas más tiempo. Mi integridad y mi fuerza de voluntad habían sido devastadas en los últimos días, y mi cuerpo no lo resistió más tiempo. Había traído al mundo un cuerpo muerto y frío, para luego presenciar cómo el organismo había vuelto a la vida, por un milagro divino. El recuerdo de Emma moviendo sus manitas después de haber permanecido muerta por unos minutos, me llenaba el alma de júbilo y alegría. Pero tal y cómo apareció en mi mundo, volvió a marcharse, sin dejar rastro alguno, más su desgarrador llanto. Sin duda, me había derrumbado en una profunda oscuridad, negra y sombría, cómo la mirada de Emma. 

La luminosidad de la entrada principal del hospital me cegó por escasos segundos. La figura de Victoria apareció tras las puertas, con una expresión de alivio en el rostro. Me apeé del coche y con paso ligero, llegué hasta ella y la rodeé con mis brazos. Seguramente presentaba un aspecto deplorable, con la nariz enrojecida y las mejillas mojadas, pero no me importó. Dejé que su perfume embriagase mis sentidos y los adormeciera, necesitaba dejar mi mente en blanco y ella era la única capaz de proporcionarme ese descanso. Esta, un poco sorprendida al principio, se relajó y me acarició la espalda en señal de apoyo.

-Daremos con ella-me prometió con una franca sonrisa-. Vamos, te sentará bien un café-me asió del brazo y dejé que me transportara donde ella quisiera. 

Pero la promesa jamás se cumplió. Emma nunca apareció.




3 comentarios:

  1. No me digas eso, pobrecita Emma...
    Desde luego desgarra el alma a cuaquiera.
    ¿Será este el final?
    Un beso
    Lena
    PD: Que puntazo que pusieras la canción de Skillet, adoro sus canciones <3

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    1. Me alegro de que te gustase ese detalle ;) Me encanta Skillet y pienso poner más canciones, seguro jejejeje Y tranquila, que este no es el final, ni mucho menos :P Ahora viene el turno de mi pequeña Emma, que ya no será tan pequeña ^^
      Gracias por tus coments guapa! Un beso

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  2. Me ha encantado, pero muchísimo!
    Solo espero que este no sea el final, me encantaría seguir leyendo más!
    Ya tienes una seguidora más :)
    Te dejo mi blog por si te gustaría pasarte www.routeeighteen.blogspot.com.es
    Un saludo guapa!

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